La amatista es una variedad de cuarzo que suele presentarse como mineral bastante transparente, con colores que van desde el violeta hasta los púrpura. Su nombre procede del latín amethystus y este del griego améthystos, que se traduce por ‘sobrio’.

Es un mineral conocido desde tiempos remotos y es, seguramente, la variedad de cuarzo más estimada por los gemólogos y, para sus usuarios, la más llamativa y de mayor valor estético. Por lo general suelen encontrarse en geodas.

Es muy común que sea trabajada, en joyería, por medio de la talla mixta, lo que le da todo su brillo y belleza. Se intenta imitar con vidrio teñido y con corindón sintético.

La amatista es una piedra preciosa muy especial, al menos en el mundo del simbolismo, pues íntimamente está relacionada con hechos protectores y funciona, en muchas culturas, como un potente talismán. Es una piedra, pues, con un largo recorrido simbólico en la cultura occidental.

Ya el significado greco-latino de la piedra, ‘sobrio’, nos indica una primera creencia que hacía de ella el elemento infalible para preservar de la embriaguez; desde muy antiguo se la ha relacionado con capacidades benéficas en lo relacionado con los estados de ebriedad, ya que aminoraba sus efectos y daños. Se ha dicho de esta piedra que es capaz de curar la gota a aquellos dolientes que la portan. También ha sido creencia extendida que era un buen remedio contra el veneno y, por si todo esto fuera poco, puesta bajo la almohada se encarga de que tengamos los sueños más placenteros y benéficos posibles. Y, por último, su cualidad, a mi entender, más preciada era la de agudizar el ingenio de aquellos que la llevaban. Quizá todas estas propiedades estuvieron en la base de su consideración como una de las piedras más comúnmente elegida para adornar los anillos de nuestros obispos, lo que se ve refrendado por la tradición cristiana, que imputa al color de esta piedra valores de humildad, pues es el de la violeta.

® Américo López

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